viernes, 7 de mayo de 2010

Cuento de hadas

El polvo y las células muertas hicieron una segunda capa de piel, gruesa y pastosa como lodo graso. Espesas costras de legaña se formaron sobre las comisuras de los párpados, sellando herméticamente, como una estría de lava seca, los globos oculares. Los labios semejaban dos delgadas lascas de piedra pómez. Las uñas crecieron hasta perder su rigidez, formando apéndices laxos, oblongas acumulaciones de queratina que daban a las manos un aspecto tétrico, como si fueran los dedos los que se hubieran desarrollado igual que hongos en un tronco muerto. Se formaron úlceras y abscesos por la inmovilidad, y en los miembros inferiores hondas sombras de tejido necrótico devoraban músculo y hueso. Las moscas y sus larvas se aglomeraban en un orgiástico festín de carne muerta. El excremento, de tiempo atrás ya seco, continuaba flotando por la habitación en microscópicas partículas dispersas.

Al abrir la puerta, el olor lo golpeó como una bala que fuera desde su nariz hasta los bronquios.

Cuando el príncipe se acercó para cumplir con su épico destino, no pudo contener el espasmo en el estómago y vomitó sobre el rostro de la otrora bella que dormía.

1 comentario:

Aida dijo...

Ja...
Muy Tú
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Extrañamente me trajo a la mente a Shreck