Mejor que un haikú
sería hacer una figura de origami,
minuciosos dobleces llenos de gracia
en vez de versos de 5-7-5.
Una rana con este papel,
que se zambulla en un viejo estanque
y otorgue
el instante, el calmo destello de percepción,
el ruido de agua:
la oportunidad para escribir
un haikú milenario.
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