En el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MuAC), se exhiben por primera vez en México algunas de las obras más famosas del artista cubano Félix González-Torres, figura clave del arte durante las dos últimas décadas del siglo XX.
De paradigma conceptual y manufactura minimalista, su obra, en esencia, se me antoja más cercana a la torcida rama del expresionismo. Y es que, a diferencia de Richard Serra, Sol LeWitt o Frank Stella, el minimalismo de González-Torres no es regodeo en la abstracción, ni un tratado del espacio, el color o la forma pura; su arte es denuncia, confesión, auscultación de la entraña (*El artista murió a causa del sida, como su pareja años antes que él). Aquí, el mínimo de recurso material sólo sirve para potenciar al máximo no una idea sino su núcleo: una emoción. La obra dentro de la galería brilla por su ausencia –sin el sentido peyorativo que comúnmente conlleva esta frase–; su escasez, casi omisión, señala precisamente eso: ausencia. El espacio vacío de la galería (del white cube), entre pieza y pieza, es metáfora de ese otro vacío más humano y visceral.
El arte conceptual tiende hacia el aislamiento con respecto a las grandes masas; es, en cierta forma –casi la que corresponde a su definición– un arte privativo de una elite. De tinte marcadamente político, en este artista cubano hay un intento de democratización: el espectador puede llevarse la pieza a su casa, desenvolverla y hasta comérsela (como el caso de Placebos o Para un hombre en uniforme, hechas a partir de la acumulación de dulces y paletas). Un gesto que, no obstante, no llega a arte sino a artificio: la supuesta democratización se torna consumismo; la masa hecha más masa todavía.
Una de las piezas más conmovedoras: Untitled (Perfect lovers). Dos relojes de pared colocados contiguamente, echados ambos a andar al comienzo de la exhibición. Perfectamente sincronizados durante un tiempo al que todavía representan –y que en cierta manera contienen y controlan–, son metáfora del corto o largo idilio de los amantes. Luego el tiempo, el verdadero, recupera su hegemonía y sutilmente los desgasta. Minúsculas variaciones de la maquinaria, la baja de energía en las baterías, alguna variable física improbable pero posible, la enfermedad, la pérdida gradual del deseo, la distancia, la muerte, van erosionando la sincronía de los relojes/la perfección dual de los amantes, hasta quedar por completo separados, si bien no en la dimensión del espacio, sí en aquélla completamente insalvable que es la del tiempo. La metáfora ahora completa.
Somewhere/Nowhere Algún lugar/Ningún lugar, nombre de la exposición. Equilibrio de los contrarios: blanco y negro, acumulación y extinción, concentración y vacío, objeto mudo y grito, regocijo e inconformidad, ternura y sufrimiento.
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