sábado, 18 de diciembre de 2010

jueves, 16 de diciembre de 2010

Nocturno: Penderecki

chirridodegrillossostenidomonocordederefrigeradorborboteodetuberíascombustióndemotordeuncamiónquepasacercaventilaciónrocedeplumasobrepapel

                                                                                                                                    : cluster de silencio

sábado, 9 de octubre de 2010

Inccipit

Era c una vez.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Hombre y perra

Salía del trabajo cuando escuché el aullido patético de un perro. Era una hembra. Intentaba desesparadamente arrastrarse con sus patas delanteras para salir del cauce de metal y caucho; inútil ya para el mínimo centímetro. Adopté el rostro perplejo y divertido de la gente a mi alrededor, los gestos de indignación relucientes de tan poco uso. Quise continuar mi camino pero algo en la perra me atrajo (tal vez fuera el instinto irreprimible de devorar una presa ya herida). Me acerqué. Estaba cubierta de mierda y coágulos, y parecía disponerse a aceptar la comodidad del asfalto. Le acaricié la cabeza. Sus ojos tenían el color de una llanta. Dije: Ya, chiquita. Sssh, sssh, la tomé entre mis brazos y la llevé cuadra y media hasta la veterinaria. El médico la revisó, le dio un baño (quizá el único en su vida) y volvió a revisarla. Tiene la cavidad abdominal anegada en sangre, juzgó. No había queja. Su silencio me era familiar: un eco aprendido eones atrás en las cavernas. Ya, chiquita. Sssh, sssh, inútil, yo repetía.

Cuando recobré la conciencia por un momento, yacía sobre una plancha de metal, una garrapata caminaba sobre el pelaje de mi hocico y dos hombres discutían si ponerme a dormir definitivamente.

lunes, 4 de octubre de 2010

mis gatos [Charles Bukowski]

lo sé. lo sé.
son limitados, tienen diferentes
necesidades y
preocupaciones.

pero los miro y aprendo de ellos.
me gusta lo pequeños que son,
lo cual es
mucho.

se quejan pero jamás
se preocupan.
caminan con sorprendente dignidad.
duermen con una directa simplicidad que
los humanos no pueden
entender.

sus ojos son más
bellos que nuestros ojos.
y pueden dormir 20 horas
al día
sin
dudas ni
remordimientos.

cuando me siento
triste
todo lo que tengo que hacer es
mirar a mis gatos
y mi
valor
regresa.

estudio a estas
criaturas.

son mis
maestros.

sábado, 2 de octubre de 2010

martes, 24 de agosto de 2010

Domingo

la tarde
             el hastío
la vacuidad inexorable de los gestos
la monotonía del circo cotidiano
               hacen tamborilear mis dedos
sobre la mesa

Reflejo vestigial de un arquetípico taquígrafo
atento al dictado de un amo atroz
       y tan anónimo como absoluto

Escriba. No olvide la sangría e iniciar con mayúscula.

sábado, 21 de agosto de 2010

Convalecencia

No se detuvieron los relojes
ni el almanaque cesó de deshojarse
Los edificios y la abuela continuaron en su lugar
y, hasta ahora, el mar ha sido puntual en cada oleaje
Nadie fue un ápice más feliz
y la balanza no se inclinó un solo gramo a la miseria

Llueve cuando tiene que llover

No dejé de comer
ni la gente educada de decirme buenos días
Sólo he visto arcoiris en la caja del cereal
y nubes negras disipándose desde el escape de los autobuses

Algo cambió, sí,
en el mundo del sueño
Pero ése no es real y la ciencia de hoy afirma que,
pese a tanto Freud,
lo soñado es puro disparate

lunes, 16 de agosto de 2010

lunes, 9 de agosto de 2010

Árboles sin hoja
en el paraje nocturno y frío
Su ramaje encrispado semeja
innumerables dendritas

Camino al interior de un cráneo

                En la sinapsis de aire
                soy yo lo que se está pensando

viernes, 30 de julio de 2010

Lecturas y fragmentos

Hay lecturas -las más comunes- que emprendo por el mero gusto de llenar el presente, de dar cierta satisfacción a esa demanda regular que hacen mis neuronas de cierta cantidad de las mismas cosas -esto es la costumbre-; lecturas que me absorbieron tanto en su momento y de las que, sin embargo, luego de unas horas, no recuerdo más que una o dos ideas sobre las que versaban, o, en ocasiones, absolutamente nada -como tampoco recuerdo las particularidades del aire en mi último evento respiratorio-.

Emprendo también -aunque son raras- lecturas informativas, que, con mayor profundidad, pueden considerarse de estudio; meras indagaciones de una materia, pues: en dónde nació tal o cual fulanito, cómo funciona un motor de vapor, quién perdió la cabeza hoy en este país, cómo se prepara una lasagna, en qué consiste la paradoja de Schrödinger, etc. También, como trabajador de las palabras que me considero, puedo contar entre las lecturas de estudio aquellas que realizo de un escritor (Elizondo, Vila-Matas, Borges, Bolaño, Deltoro, Cummings, Pérec...), con absoluta intención de comprender y aprender cómo carajos obtiene resultados tan maravillosos colocando este adverbio aquí, ese verbo allá, ese adjetivo inusual pero efectivo, esa coma, ese punto... hasta la redondez de la frase perfecta.

Distingo, por último, lecturas que no obedecen a ninguna intención ni programa, y que sólo se dan por el feliz entrecruzamiento de tiempos (el pasado en que se escribió, el presente en que se lee) y la coincidencia fugaz de dos espíritus (del escritor y del lector) ante realidades necesariamente disímiles; lecturas que parecen contener fragmentos desperdigados de mí mismo, trazas del adn de mi alma -aunque deteste esta palabra, la uso-, verdaderos epígrafes de mi biografía, códigos inconscientes de conducta, párrafos de la constitución de mi patria personal, banderas y divisas con las que pretendo navegar el mundo. Algunas de las siguientes frases que inintencionadamente ha ido recogiendo mi memoria han hecho eco en mí porque han impactado hasta el fondo con un poderosísimo estruendo, ora porque vienen encendidas de verdad, o porque son verdaderos puños de demencia y virilidad (como suele ser frecuentemente el caso de Nietzsche), ora porque las leí en un momento de ingenuidad literaria susceptible a la impresión de la audacia o del idealismo más aventado, ora porque son lo que soy, lo que fui, lo que quiero ser o lo que nunca seré. En todo caso, son siempre lo que quiero decir.

De Nietzsche:
"O no se sueña o se sueñan cosas interesantes. Hay que aprender a estar despiertos también de esa manera: o no estarlo, o, de estarlo, de una manera interesante."

"¿Qué es la libertad? Tener la voluntad de la responsabilidad personal. Conservar la distancia que nos separa. Ser indiferente a la fatiga, a la dureza, a la privación, e incluso hacia la vida. El espíritu que se ha hecho libre pisotea aquellas despreciables formas de bienestar con las que sueñan mercaderes, cristianos, vacas y demás demócratas. El hombre libre es guerrero. ¿En arreglo a qué se mide la libertad de un hombre? Por la resistencia que debe ser superada, por lo que cuesta mantenerse arriba."

"Fórmula de mi felicidad: un sí un no, una línea recta, una meta."

"¿Qué importo yo? Importa mi obra."

"¿Sois cómplice de la actual locura de las naciones que pretenden producir mucho y enriquecerse lo más posible?"

"Conozco mi suerte: algún día irá unido a mi nombre el recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como nunca hubo en la tierra. Yo no soy un hombre, soy dinamita."

De Jaime Sabines:
"Abandona a tu padre y a tu madre, y a tu mujer y atu hijo y a tu hermano, y métete en el costal de tus huesos y ponte a rodar si quieres ser poeta. Que no te esclavicen ni tu ombligo ni su sangre, ni el bien ni el mal, ni el amor consuetudinario. Tienes que ser actor de todas las cosas. Tienes que quebrarte la cabeza en la piedra para que brote el agua. Después quedarás tirado como un saco vacío: guante de cuero que la mano de la poesía usó. Pero también quedarías tirado por nada."

De Jorge Luis Borges:
"Siglos de siglos, y sólo en el presente ocurren los hechos. Innumerables hombres en la tierra, en el aire y en el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí."

De un poeta mexicano cuyo nombre no recuerdo:
"Toda batalla se gana con la muerte."

De Octavio Paz:
"Amar es combatir, si dos se besan el mundo cambia, encarnan los deseos, el pensamiento encarna, brotan alas en las espaldas del esclavo, el mundo es real y tangible, el vino es vino, el pan vuelve a saber, el agua es agua. Amar es combatir, es abrir puertas, dejar de ser fantasma con un número a perpetua cadena condenado por un amo sin rostro..."

De Salvador Elizondo:
"Comprometido. Más comprometido con la mirada que me mira en el espejo, que con el esplendor del cielo."

Por último, mi favorita -siempre me gana la risa cuando la recuerdo-, de un no escritor sino un casi-Buda occidental del siglo XX, Marcel Duchamp:
"Esto que hice no sé ni lo que es, pero está lleno de significado."

jueves, 22 de julio de 2010

martes, 13 de julio de 2010

Chinaski no sabe qué es una estrofa

se acabó
    fue un desvarío
delirio de una fiebre vulgar
            para la cual me negué a tomar pastillas
lo que quise decir nunca lo dije
             salivé         
emprendí la retórica con mis dientes de leche
                                           balbuceé
agregué otra serie al blablablá de la poesía
     berreé
ahora tengo la lengua entumecida

ya no más contemplar la lluvia
            padrotear el viento
santificar las moscas
      dejar caer baba idiota en el abismo

                   me cansé de ser escriba del absurdo
calígrafo haciendo garabatos en el lodo
             juglar de mí mismo en lengua extraña

Ya no más desperdiciar las páginas del día a día cortando oraciones, contando sílabas. Cierro el manual de métrica a medio estudiar. Claudico. Lo prohibido es mirar y afirmar que son pájaros las piedras. Capitulo ante el mundo. Me resigno a vivir de manera prosaica.

jueves, 8 de julio de 2010

Veneno para halcones [Charles Wright]

Hay cosas de las que nunca se puede escribir, viajes
que no se emprenden por ser tan sagrados y largos.

No hay naturaleza en la eternidad, ni cambio en el viento, ni hierba.

No obstante nuestra visión, cual sea nuestro implemento,
miramos hacia lugares erróneos,
                            buscamos las cosas equivocadas.

No somos lo que es nuevo, no somos lo que hemos encontrado.

miércoles, 7 de julio de 2010

Despertando después de la tormenta [Charles Wright]

Medianoche. El glaciar de las nubes se rompe,
hacia el este, el eco de los pasos de un trueno se disipa,
                         y los relámpagos como centellas de un trote.
Alguien abandona mi sueño sobre el lomo de un caballo.

Demasiado aturdido para adivinar quién puede ser y qué se ha llevado.
Demasiado aturdido para registrar entre la pálida luz de las estrellas.
                                                  La luna llena es ya
demasiados ojos.

martes, 6 de julio de 2010

Primavera en High Country [Charles Wright]

No es tanto la descripción, sino lo que describes,
verdes ámpulas en las ramas de los álamos,
brotes repentinos en las lilas, prontos a marchitarse,
                                 supuración de mayo que acaba.

El mundo es un pequeño objeto, una gota de savia de pino,
el ámbar en el pico del petirrojo, así,
                                                a contraluz del sol,
engullendo el fulgor hasta el fondo de sí mismo.

jueves, 1 de julio de 2010

Epitafio

Escribí
como un sepulturero cava
llega a un fondo
deposita el cuerpo
y lo cubre por completo de tierra

Yazgo
bajo mis palabras

domingo, 27 de junio de 2010

el electrógrafo en el espejo

Cuando se me pregunta –y por seguro soy yo el inquisidor número uno de este asunto– de qué va este blog, no sé bien a bien qué responder. Una manera de definir algo es por la vía negativa; es decir, estableciendo en claro qué no es el objeto a definir. Así, este blog no es: un despliegue de virtuosismo literario –como bien ya se enteró el improbable lector–; un escaparate de mi poco ortodoxa –por no decir mínimamente desarrollada– habilidad para el dibujo; un sitio donde un aun más improbable lector encontrará traducciones del ruso, el afrikaans, el eslovaco, el gaélico, el chino o cualquier otro idioma que no sea el inglés –sin aspirar jamás a Donne o a Shakespeare– o el francés más penosamente accesible; el sitio de transcripción de poemas míos de más de cinco estrofas; una ineficaz forma de comunicación autista; una manera de llenarme los bolsillos de algo más que aire y pelusa; una excusa para la teorización pedante e innecesaria; un intento de competir con tantísimos blogs y portales de Internet con información mucho más valiosa y, acaso, necesaria; una falta de respeto al oficio de excelentes críticos como María Minera o Christopher Domínguez Michael; la cronología de un wannabismo; un espacio para decir los nombres de autores que nunca conocí, acaso leí y apenas entiendo, tratándolos como si fueran mis iguales; una sublimada masturbación intelectual devenida digital y democrática, aunque por momentos lo parezca; una pista que lleve a deducir en mí la posesión de un excesivo tiempo libre, aunque por momentos lo parezca; un intento –siempre risible– de seducir esa Medusa que es la fama; un compendio de sabiduría que por vía de la causalidad se remonta hasta la biblioteca de Alejandría; algo más que lo que trabajo en mi cabeza por cuando mucho una hora; un proyecto con un fin que no sea otro que el que puedan ocasionar el hartazgo o la negligencia; periodismo ni política –ay, tan apareadas–; una sola palabra en vituperio de la genialidad de Kafka y Borges; mentiras; verdades; una apología de la blogósfera; una autodefinición negativa que llegue a aburrir; todas las cosas obvias: una mesa, un perro, un aeroplano, vello púbico, un bife de chorizo, un ejemplar de Verdad y Método de Gadamer…

Violexxxia

El lector se levantó de su asiento, dio un vistazo tímido cuidando que nadie lo mirara, tomó el libro entre sus manos, lentamente lo abrió justo en la mitad, lo contempló, dijo “Hermoso”, escupió tres veces en él, lo llevó hasta su pene, con gentileza lo cerró alrededor de éste y se masturbó gritando “Oh, sí” y “Oh, dios” y majaderías bukowskianas y versos cursis de Neruda, hasta venirse, arrojó el libro al suelo, ultra-ajado y deshojado. Luego fumó.

martes, 15 de junio de 2010

Soneto de amor [John Updike]

en la armadura de goma del amor

                       vine a ti
                              i
                                or.
                      c,
                           d
                            c
                              d:
                     e
                  f–––
                   e
                     f.
                           g
                          g.

soneto no.19

¿cuál fue el objeto de la masturbación?
pregunta endecasílaba perfecta,
no obstante el metro, ambigua, no acierta
a dar correcto sentido a la oración

así, hipotetizo sin digresión:
el sustantivo “objeto” refiere a:
a) una noción de freud ya obsoleta
b) el órgano donde recae la acción

c) la marilyn de stern con las tetas
petites, a contraluz casi divina
d) el sentido en sí de la chaqueta
que, luego de eyacular, incrimina

abriendo enseguida la interrogación:
¿cuál fue el objeto de la masturbación?

soneto no. 3

Estoy. Alrededor de mí, el aire,
columnas de años, filas de viento.
Pueblo de sombras la noche, el tiempo,
el rostro remoto de mí, de nadie.

Pululan letras, espadas de aire,
seres de tinta que se saben viento,
signos, torpes combatientes del tiempo,
y espejos rotos duplicando a nadie.

Estoy. Escribo e ignoro el decurso;
juego a fijar el río de mis venas,
a retener mi presencia de arena.
La palabra: mi último recurso.

Pasa ya la noche, en pie he quedado:
página repleta de garabatos.

lunes, 7 de junio de 2010

domingo, 6 de junio de 2010

Vistazos al Aleph

No soy ambientalista (o lo soy en un sentido realista: la naturaleza es indiferente a nosotros y a sí misma). Lo que aquí me asombra es la posibilidad de coincidencia (desgarradora) entre la metáfora de Midas y la realidad del oro negro y del imperio norteamericano.

Acabo de leer hace poco en un mal libro de poemas esta línea: "se talan árboles para obtener papel – una responsabilidad que no debe ignorarse". Montañas de basura best-seller financian la literatura exquisita. Pero ¿cómo se hace un best-seller? En Revista Ñ examinan qué los propician y qué propician.

El website de David Shrigley: un genio del dibujo.

miércoles, 2 de junio de 2010

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Aragneois

Murió Louise Bourgeois, a los 98 años (¿por qué nos será siempre necesario apuntar la edad?).

Alguna vez tuve la oportunidad de estar frente a una de sus célebres esculturas gigantes. Una araña, una madre, una maraña de instintos; un símbolo universal que nos habita como lo hacen las reales, insospechadamente, en los rincones oscuros de la casa. Como lo dice Sabines: "Casi todas las madres son criaturas de nuestros sueños".

En La Jornada me encontré este pequeño poema de Alberto Blanco, con dedicatoria a la finada:

–¿Qué es un verso?
Es una secreción orgánica, como el hilo en la tela de una araña.

–¿Qué es un poema?
–Es una organización especial del lenguaje: la tela de la araña

–¿Y qué es la poesía?
–Es la araña.

domingo, 30 de mayo de 2010

Vistazos al Aleph

Miguel Ángel fue arquitecto, escultor, pintor, poeta y, también –como su contemporáneo Da Vinci– un avanzado anatomista, o, para ser más precisos, criptoneuroanatomista. En Scientific American se mira con atención un detalle de la garganta de Dios en la Capilla Sixtina.

En Revista Ñ, una crítica de la crítica, esa actividad, ya cosa, cada vez más trivializada.

En Frontera D, una modesta apología de los ilusionistas. (Aunque, fuera de la televisión, ¿cuándo fue la última vez que alguien vio a un mago en acción?)

viernes, 28 de mayo de 2010

[Un haikú]

rozo tu clítoris

sobre la ciudad
           
                llueve

martes, 25 de mayo de 2010

Fe: una traducción [Jill McDonough]

Downtown Crossing, en marzo: rosas, tulipanes,
narcisos en cinco cubetas de galón, acurrucadas
en la nieve. La rubia que las vende lleva puestos unos guantes rojos.
Narcisos: diez por dos dólares. Sus delgadas
cabezas cerradas como serpientes jarreteras, pinceles. Una chica –
dieciséis, asiática, confundida– pregunta en lento y decidido
inglés por los narcisos. ¿Quién podría culparla?
¿Quién pagaría dos dólares por hierba carnosa, con una como
lechuga bronceada en las puntas? La rubia junta sus dedos rojos
–la sombra de un pato, un gesto de chef francés– para ilustrar
floración, florecimiento. Ayudo, compro narcisos, me pregunto
si la chica es japonesa. Hablo algo de japonés, y podría decir
Sono hana ga… esa flor… ¿Alguna vez aprendí florecimiento?
Esa flor. Cerezos en flor de Tokyo, marzo. Esa flor
ahora un bebé, pronto una mujer. Ahora hay tres mujeres
comprando narcisos –¿nuestra florista contrató a la chica?– todas
reunidas, narcisos en una mano, con la otra haciendo la pantomima de florecimiento.
La chica mira de las cubetas a nuestros rostros, manos: narciso,
flor de la locura, flor del mudo entusiasmo. En la línea naranja del metro,
diez narcisos envueltos sobre mi regazo, el infalible japonés
en mi cabeza dice Mañana, esa flor gritará los buenos días.

lunes, 24 de mayo de 2010

Vistazos al Aleph

En Colombia se ha gestado lo más raro entre lo raro: un político con imaginación, pensante y –más raro aún– popular. Yo no soy optimista, pero, si no resulta efectivo, al menos entretiene.

En The Daily Beast, una entrevista con el artista francés Christian Boltanski –una suerte de José Emilio Pacheco para el arte conceptual –, a propósito de su última instalación “No Man’s Land”.

No, la música de Mozart no hace más inteligentes a las personas.

jueves, 20 de mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

La carne hecha idea y viceversa

En el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MuAC), se exhiben por primera vez en México algunas de las obras más famosas del artista cubano Félix González-Torres, figura clave del arte durante las dos últimas décadas del siglo XX.

De paradigma conceptual y manufactura minimalista, su obra, en esencia, se me antoja más cercana a la torcida rama del expresionismo. Y es que, a diferencia de Richard Serra, Sol LeWitt o Frank Stella, el minimalismo de González-Torres no es regodeo en la abstracción, ni un tratado del espacio, el color o la forma pura; su arte es denuncia, confesión, auscultación de la entraña (*El artista murió a causa del sida, como su pareja años antes que él). Aquí, el mínimo de recurso material sólo sirve para potenciar al máximo no una idea sino su núcleo: una emoción. La obra dentro de la galería brilla por su ausencia –sin el sentido peyorativo que comúnmente conlleva esta frase–; su escasez, casi omisión, señala precisamente eso: ausencia. El espacio vacío de la galería (del white cube), entre pieza y pieza, es metáfora de ese otro vacío más humano y visceral.

El arte conceptual tiende hacia el aislamiento con respecto a las grandes masas; es, en cierta forma –casi la que corresponde a su definición– un arte privativo de una elite. De tinte marcadamente político, en este artista cubano hay un intento de democratización: el espectador puede llevarse la pieza a su casa, desenvolverla y hasta comérsela (como el caso de Placebos o Para un hombre en uniforme, hechas a partir de la acumulación de dulces y paletas). Un gesto que, no obstante, no llega a arte sino a artificio: la supuesta democratización se torna consumismo; la masa hecha más masa todavía.

Una de las piezas más conmovedoras: Untitled (Perfect lovers). Dos relojes de pared colocados contiguamente, echados ambos a andar al comienzo de la exhibición. Perfectamente sincronizados durante un tiempo al que todavía representan –y que en cierta manera contienen y controlan–, son metáfora del corto o largo idilio de los amantes. Luego el tiempo, el verdadero, recupera su hegemonía y sutilmente los desgasta. Minúsculas variaciones de la maquinaria, la baja de energía en las baterías, alguna variable física improbable pero posible, la enfermedad, la pérdida gradual del deseo, la distancia, la muerte, van erosionando la sincronía de los relojes/la perfección dual de los amantes, hasta quedar por completo separados, si bien no en la dimensión del espacio, sí en aquélla completamente insalvable que es la del tiempo. La metáfora ahora completa.

Somewhere/Nowhere Algún lugar/Ningún lugar, nombre de la exposición. Equilibrio de los contrarios: blanco y negro, acumulación y extinción, concentración y vacío, objeto mudo y grito, regocijo e inconformidad, ternura y sufrimiento.

domingo, 16 de mayo de 2010

Vistazos al Aleph

Víctimas invisibles, un reporte pormenorizado de Amnistía Internacional sobre el movimiento incesante de migrantes en México.

En Revista Ñ, una breve divagación en torno a la traducción, inspirada por dos relatos de Borges.

En Frontera D, un artículo que da cuenta de cómo el desarrollo de la humanidad está determinado por el pulimento gradual que le damos a la piedra: del arma tosca para arrojar hasta el nanotubo de carbono.

Artesano

Con el hiperrealismo como estética,

atendiendo a cada nimio detalle,

en aislamiento cual Cézanne,

disciplinado,

paciente

–me tomo una vida para esto–,

esculpo, cincelo, tallo y pulo

mi esqueleto.

domingo, 9 de mayo de 2010

Vistazos al Aleph

En El Malpensante, Gary Kaspárov hace un recuento de las relaciones entre las supercomputadoras y el ajedrez. El artículo resulta insistentemente biográfico, algo inevitable cuando su autor es también protagonista de la historia.

Por el diez de mayo, una carta (y un retrato) de la poeta norteamericana Marianne Moore a su madre, publicada en The New Yorker.

Para mí, una casi genio del entretenimiento; sabe explotar la estética de lo-que-la-gente-quiere: glamour, sexo y muerte. Aunque no precisamente admire su música, tanta superficialidad sólo puede resultarme profunda. En LIFE, una compilación de fotos con los atuendos excéntricos de Lady Gaga.

viernes, 7 de mayo de 2010

Cuento de hadas

El polvo y las células muertas hicieron una segunda capa de piel, gruesa y pastosa como lodo graso. Espesas costras de legaña se formaron sobre las comisuras de los párpados, sellando herméticamente, como una estría de lava seca, los globos oculares. Los labios semejaban dos delgadas lascas de piedra pómez. Las uñas crecieron hasta perder su rigidez, formando apéndices laxos, oblongas acumulaciones de queratina que daban a las manos un aspecto tétrico, como si fueran los dedos los que se hubieran desarrollado igual que hongos en un tronco muerto. Se formaron úlceras y abscesos por la inmovilidad, y en los miembros inferiores hondas sombras de tejido necrótico devoraban músculo y hueso. Las moscas y sus larvas se aglomeraban en un orgiástico festín de carne muerta. El excremento, de tiempo atrás ya seco, continuaba flotando por la habitación en microscópicas partículas dispersas.

Al abrir la puerta, el olor lo golpeó como una bala que fuera desde su nariz hasta los bronquios.

Cuando el príncipe se acercó para cumplir con su épico destino, no pudo contener el espasmo en el estómago y vomitó sobre el rostro de la otrora bella que dormía.

jueves, 6 de mayo de 2010

Siguiendo un arroyo [D. Wagoner]

No lo haga, dice la guía turística,

si está perdido. Luego prosigue

a hablar de otra cosa,

tomando la salida fácil,

que es, claro, lo que el agua hace

con respecto a su flujo siempre

tomando cualquier dirección

que la tierra le haya dictado

mientras y desde que existe

incluyendo fluir sobre

el linde de una cascada

o simplemente desaparecer

bajo la tierra durante una larga oscuridad

antes de reaparecer

como un manantial muy lejos

de donde pensaste que estabas

y de donde crees estar

tal vez nunca se te ocurra

imaginar dónde

podría ser eso conforme avanzas cuesta abajo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Origami Basho


Mejor que un haikú

sería hacer una figura de origami,

minuciosos dobleces llenos de gracia

en vez de versos de 5-7-5.

Una rana con este papel,

que se zambulla en un viejo estanque

y otorgue

el instante, el calmo destello de percepción,

el ruido de agua:

la oportunidad para escribir

un haikú milenario.

domingo, 2 de mayo de 2010

Vistazos al Aleph

¿Pueden las neurociencias con el arrollador éxito de sus investigaciones– ayudarnos a comprender algo acerca de la creación literaria? ¿Sus hallazgos pueden ganar lugar al saber de las ciencias humanas? En el New York Times se reseñan algunos estudios recientes sobre el proceso creativo y la comprensión de textos literarios.

En Letras Libres, una breve pero contundente diatriba a la belleza de Carla Bruni. En la observación –y confesión– subjetiva del autor, se revela una dolorosa verdad que aplica a todas las mujeres narcisistas… y a los hombres que las aman.


The Adventures of Noam Chomsky. Buenísimo si se sabe un poco sobre la obra lingüística o las fabulaciones políticas del pensador más importante –aunque no por ello más representativo– de Estados Unidos.



lunes, 26 de abril de 2010

El cuasigrafógrafo


Escribiré...

La pureza indeseable

Son escasísimos los textos que alcanzan el grado de la perfección, la redondez de la esfera, el hermetismo estilístico en total apertura a la contemplación del lector, que superan el estancamiento de las clasificaciones, que no admiten una sola corrección, ni el roce de una palabra intrusa, ni una coma más, ni un punto menos; textos que son en sí mismos una página necesaria en la copiosa enciclopedia de la literatura, y que se estructuran sin necesidad a otra referencia que no sea la de su propia imagen en un espejo. El grafógrafo es uno de ellos.

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

Imagino asaz ociosamente– a Salvador Elizondo, ensimismado en su escritura a altas horas de la noche, ceder a la epifanía de las primeras cuatro palabras, hacer a un lado la página que hasta ese momento escribía y, de un solo movimiento prolongado de su pluma, gestar este texto acabado –siempre en comienzo –, que es, quizá sin quererlo, un manifiesto del autor, su definición en el diccionario, su autobiografía más completa y su epitafio imposible.

Aunque hace unos días que lo releía, advertí que, en estricto sentido –verdaderamente compulsivo y obsesivo–, El grafógrafo es imperfecto, si tomamos como premisa básica que el cuerpo de un texto debiera ser absolutamente fiel al sentido del título que le da cabeza –y por tanto sistema nervioso y rostro–. Para que el texto describiera –o, mejor, escribiera– al grafógrafo, debiera anular todo verbo, todo adverbio y adjetivo y conjunción que no presentara exclusivamente el acto de la escritura: “Escribo. Escribo que escribo. Escribo que escribo que escribo. Escribo que escribo que escribo que escribo…” y así al infinito.

Extrapolo de esto un aprendizaje literario, una “moraleja” para los minuciosos, si se quiere: la pureza genera bostezo y, aunque no imposible, es indeseable.

domingo, 25 de abril de 2010

mi psicóloga personal [C. Bukowski]

eres un jodido romántico, dijo ella,

has leído a todos los filósofos clásicos y

escuchas a Wagner y Mahler y crees

que los poetas chinos de la antigüedad son la gran mierda, y aun así

eres un depravado, vas a las carreras

todos los días sabiendo que es enfermizo, y

todo el vino que bebes está consumiéndote

el cerebro, y cuando estás borracho

hablas de cuán buen peleador

solías ser, aun cuando admites que

recibiste más madrizas de las que diste.

no te gusta la gente y amas a los animales.

realmente no sé qué carajos

pretendes –sólo te agarras de las cosas, confías

únicamente en tus instintos y prejuicios

y a veces creo que eres retrasado.

fue tu infancia, no te dieron

amor y por eso te es difícil darlo,

no haces otra cosa que emborracharte y llamar a todas las mujeres

putas.

escucha, dije, ¿qué ya no hay

cerveza?

¿y dónde madres están los cigarros?

habían tres sobre la mesa hace un momento y

ahora

¡ya no están!

martes, 20 de abril de 2010

lunes, 19 de abril de 2010

Wakefield




En Wakefield todo es perfecto y todos son felices. Los campos son verdes durante la primavera y blancos en el invierno. Hay una cascada y un bosque alrededor de un lago donde la gente puede caminar durante horas. La gente es educada y satisfactoriamente culta; no se molestan unos a otros y sienten un gran respeto hacia el medio ambiente. Trabajan sólo lo necesario y viven cómodamente en sus casas de madera. La gente es hermosa como el río y la cascada y el bosque son igualmente hermosos. Sus hijos también son hermosos y los hijos de éstos es de esperar que nacerán hermosos. Los osos también son felices, y las ardillas y los demás animales, todos son hermosos y felices. Y en las escuelas los niños escriben cuentos similares a éste.

lunes, 12 de abril de 2010

El asesinato de John Cage


Una serie de pistas me han llevado a considerar la hipótesis de que el crimen fue premeditado, y lo fue por la víctima misma –dijo con total seguridad el detective, ante la perplejidad, casi desconfianza del comisionado.


Sí, usted debe pensar que mi suposición cae fuera del sentido común, el cual dicta (no con total rigurosidad) que un hombre no acomete su propia muerte a menos que la realidad le sea tan áspera y severa como para querer seguir habitándola, cosa que no atañe a nuestro caso, pues el compositor se encontraba en la cúspide de su carrera y en ese cenit que en los hombres de su envergadura suprime eternamente el ocaso. Me objetará también que ninguno de los hechos concretos (y a simple vista vulgares) que rodean su muerte encaja con mi teoría, y que un hombre que en un instante experimenta en sí mismo el irrefrenable deseo de morir, lo hace por su propia mano y no por la fortuita (o sincronizada, si lo prefiere) intromisión de un criminal. Quizá también me refute, por medio de un argumento por demás ad hominem, que estoy queriendo entrever una compleja composición de variables allí donde no opera más que la simpleza del día a día.


No obstante, cuento con cuatro evidencias que pueden sostener mi supuesto.


Primero, el compositor rendía, como otros de esta época (piense en Stockhausen y Xenakys, o desde la pintura, en Pollock, De Kooning o Rauschenberg) una suerte de culto intelectual del azar, de modo que en su obra el accidente, aunque en mayor o menor medida dirigido, produjo piezas completas (valiéndose de técnicas excéntricas como, por ejemplo, la calca de notas en el pentagrama a partir de perforaciones aleatorias sobre un papel, o de intrincadas invenciones como el piano preparado). Además, por todos es conocido que fue un infatigable estudioso de las filosofías hindú y china, y que el budismo zen ejerció una honda influencia en él, llevándolo incluso a la confección de ese traje del emperador que es la partitura 4’33” (la cual, por cierto, tuve la oportunidad de “escuchar” cuando joven, en su estreno en el Maverick Concert Hall, de la mano de David Tudor. Allí intuí que lo importante de esa composición, y quizá de toda composición, era el desencadenamiento espontáneo de sonidos estructurados que su silencio generaba; tal vez como lo que usted y yo hacemos ahora).


En segundo lugar, está el hecho, mucho menos divulgado, de que había pasado los últimos años de su vida ampliando sus teorías musicales en torno a la noción de una única nota que contuviera y fuera en sí misma una obra completa e infinita. La escritura de esa nota, decía, no podía llevarse a cabo en la estrechez lingüística del pentagrama. El compositor invertía días y noches en la búsqueda de un signo inteligible que representara aquella elevada abstracción. ¿Una nota invisible, una redonda marcada a fuego sobre las manos del intérprete, un silencio multiplicado al infinito por la superposición de los planos de la hoja en que está escrito? Esta búsqueda fatigó sus días finales.


Tercero, tengo en mis manos la declaración de un espectador anónimo, que dice: “El criminal irrumpió en la morada de Cage. Sin duda éste no lo esperaba, pues en su rostro pude percibir el vago temor de lo impremeditado. No creo que se hubiese presentado como mero ladrón, pues llevaba en la hoja el filo del asesinato. Tampoco hubo defensa; Cage permaneció en su asiento. El criminal probó la compostura de las mangas de su camisa, dio cuatro golpecitos en la mesa con el cuchillo, y con un movimiento brusco lo hundió en el cuerpo del músico. No hubo grito, ni siquiera un sonido al caer su cuerpo sobre el suelo. El criminal amagó una serie de movimientos absurdos con ambos brazos, y abandonó el lugar mientras debajo del caído se extendía una roja figura irregular…”


Por último, el mármol que corona su tumba tiene grabada la frase: Silence is music.


¡Bravo, detective! gritó el comisionado dando sordos aplausos.


Poema para decir adiós

Pasará tu belleza como un sueño,

tu piel se arrugará,

se secarán tus músculos

y tornarán en polvo tus huesos.

A lo lejos

querré recordar tu rostro

y no podré.

Moriremos todos los que oímos tu voz

y aquél que supo en verdad tu nombre.

sábado, 10 de abril de 2010

Antes del final

Antes del final

–y si el azar nos favorece–

sólo queda la memoria.

Un puñado de recuerdos que perdonó el tiempo:

el rostro de cualquier mujer, el olor de un platillo,

el PIN de la tarjeta bancaria,

un “No”, una ovación fugaz si acaso la hubo,

un movimiento que se repitió durante años a cierta hora en el trabajo.

¿Quién nos asegurará que fueron reales;

quién pondrá la balanza para tazar su valor;

quién podría confundirlos con el oro,

y quién nos dirá que continuarán brillando en el universo

como no lo harán en la oscuridad de nuestros cráneos?

miércoles, 7 de abril de 2010

El francotirador

Fascinante oficio y asombroso poder el de poner de imprevisto fin con un solo tiro anónimo a.

Las cabezas suspensivas

¿Los prisioneros quieren decir sus últimas palabras?, gritó el juez verdugo, con la mano levantada conteniendo la orden y el destino final de los tres condenados Éstos se quedaron en silencio, temblando Mascullaban algo entre los labios cuando la mano agotó el tiempo de su clemencia y dio la señal sutil Las pesadas cuchillas cayeron sobre los cuellos, haciendo rodar las cabezas por el patíbulo Sus últimas palabras ya por siempre desconocidas

miércoles, 31 de marzo de 2010

El dibujo suicida

(Da click en la imagen)

viernes, 19 de marzo de 2010

El dolor que no lo es

“En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida?” Con esta pregunta, de un modo indirectamente socrático, Borges (en su célebre relato “El jardín de senderos que se bifurcan”) define el valor supremo del arte, su elemento esencial. La respuesta: “La palabra ajedrez”; lo contrario a lo obvio: la ambigüedad. En el arte, todo movimiento directo está prohibido. La ambigüedad es ese periplo que realizamos una o cien veces antes de llegar al punto de partida, momento en que apreciamos el objeto estético por vez primera.

En la exposición fotográfica montada en estos días en la galería “Ramón Alva de la Canal”, en Xalapa, el autor, José Antonio Martínez, hace precisamente lo opuesto. Nombrar Elegía a una colección de fotografías de cadáveres apilados, difícilmente puede ser un gesto artístico. ¿Y es que acaso es indiscutiblemente obvio que un cadáver es muerte, y que ésta deviene en dolor?

Pocas cosas son tan nocivas a cualquier forma de arte como es el intento de imponer una moral sobre las emociones. La obsesiva acumulación de cuerpos en incipiente descomposición, antes que representar el miedo a la pérdida o la angustia ante la muerte, y mucho antes de aspirar a ser símbolo del dolor, subraya un placer no confesado inherente al ser humano: la fascinación ante lo grotesco y mórbido, el espectáculo que representa la muerte de aquello que no somos nosotros mismos. Necrofilia en su nivel más inocente (como la completa obra poética de José Emilio Pacheco) esta de exponer muertos esperando a que el espectador tenga una reacción patética. Nada menos ajeno a la muerte que el dolor. El verdadero horror a ésta es aquél a la pérdida individual; la muerte de los otros (in strictu sensu, ¿cuál otra podemos experimentar?) sólo puede afectarnos cuando es próxima a nuestra subjetividad. Un cadáver irreconocible en una foto, anónimo ya, tiene en la mente (al menos en la mía) más proximidad con las piedras y los troncos caídos, que con el concepto de muerte; máxime cuando los cuerpos se presentan con iluminación cuidada, tan cómoda y rígidamente dispuestos sobre la plancha, limpios, suturados, amontonados sobre sí como si de una callada reunión social se tratase.

Un teléfono que no suena, un perro esperando a alguien que no llega, ciertos objetos que ya jamás vuelven a usarse, una fotografía colorida en que dos sonríen pero ya sólo uno puede contemplar… Todo eso me huele más a muerte que la putrefacción en una morgue.

martes, 9 de marzo de 2010

Heavenly tasty!

En toda Manhattan, y poco después en el mundo entero, nunca hubo una empresa de fast food tan exitosa como Heaven Wings. La gente sencillamente amaba el sabor de sus alitas, inusuales en proporción, y dotadas de un sabor que nadie alcanzaba a precisar –acaso salado, amargo para algunos, picante a los más, agridulce para tantos–, pero que todos calificaban, sin dejo de duda, como delicioso. “… ¡el éxtasis!; parangoneable sólo a lo que debe sentir la Santa Teresa de Bernini”, incluso se atrevió a publicar un famoso crítico de cocina –no sin cierta burla por parte del gremio, que consideró el comentario hiperbólico y hasta gay.

Con la avasalladora expansión de su empresa, era evidente que el ahora magnate P. R. Ophett apareciera en tantísimas revistas del giro. Precisamente para una de ellas, tuve la oportunidad de entrevistar al hombre del momento –casi literalmente, al que estaba en boca de todos–.

Después de tocar pormenores sobre su dura infancia, sus inicios como empresario, sus innovadoras estrategias de mercadotecnia, su visión, su célebre altruismo, casi al final de la entrevista me atreví –luego de insinuarla tantas veces sólo a manera de broma y entre risas falsas– a hacerle la pregunta directamente:

–Pero dígame, ¿qué hace tan sabrosas sus alitas? ¿Cuál es su receta secreta? –reí otra vez ante esta última ocurrencia.

–De acuerdo, se lo diré –respondió luego de soltar un largo suspiro de caballerosa resignación. Después de todo, nada cambiará porque le revele el secreto: Es que he encontrado a Dios y el camino al cielo –dijo con tranquilidad, casi serena sabiduría.

Confundido, guardé unos segundos de silencio tratando de comprender qué importancia podría tener aquella revelación o si acaso estaba jugando conmigo. No supe si reír otra vez. Luego busqué aclaración:

–Vamos, muchos hombres de negocios son más o menos creyentes, van a misa, comulgan o dan limosnas millonarias, y los hay hasta seriamente devotos; ¿por qué usted…

– No, no me ha entendido –interrumpió–; quiero decir literalmente. Él es nuestro proveedor.

viernes, 5 de marzo de 2010

Incipit

Comenzar una empresa literaria no es tarea poco difícil para mí. En orden de dar el primer paso, debo romper con algunos viejos vicios: cierto romanticismo remanente en torno a la literatura –que me hace equiparar el oficio del escritor con el Demiurgo o titubear al iniciar la lectura de un libro por no sentirme competente para aprehenderlo en vastedad–; una actitud seudotodopoderosa, ingenua y viscosa –propia quizá de mi generación– para concebir innumerables proyectos y realizar sólo una nanométrica cantidad de ellos; y mi necio desdén hacia la blogósfera, y en sí hacia todo aquello que me suene a banalidad, exposición, pretexto para socializar y hasta a democracia de la fácil.

Primer axioma: para escribir hay que escribir. Tal enunciado es en apariencia innecesario por evidente; un escritor no lo es por el número de proyectos literarios que imagina sin llevar a la concreción, lo es –en el sentido más vulgarmente operativo que pueda darle– porque escribe y ordena palabras en ideas menos comunes y más complejas que las concebidas por el grueso de la gente, con una frecuencia también mayor. Pero la acción de escribir no acaba allí –de hacerlo sería equiparable al onanismo–. Escribir es también leer lo escrito, leerse y ser leído.

Influenciado por las transcripciones que durante doce meses ofreció la revista Letras Libres de los cuadernos de Salvador Elizondo, desde hace un par de años escribo un diario. En él registro los hechos de mi vida, mis pensamientos banales y geniales –que en una segunda lectura devuelvo a la primera categoría–, libros y películas que consumo, ideas para proyectos, planes, ocurrencias, dibujos, opiniones y otras tantas minucias que –salvo por una o dos personas que por allegadas devienen chismosas– sólo pueden importarme a mí. Mi diario es así un estudio egológico longitudinal: trata del yo y acaba cuando yo acabo. A nadie más puede interesarle, y ese deseo no confesado de ser leído post mortem como si de un tesoro por descubrir me tratase– ya no se me antoja deseable, ni mucho menos un motivo para sostener la disciplina de diarista.

Segundo axioma: Escribir es decir algo a alguien, es comunicar. No hay nada de banal en eso. La evitación desmedida a la exposición es la otra cara del exhibicionismo: un narcisismo que de tan fuerte se horroriza de sí mismo para contemplarse retraído. Hay que saber moverse siempre alrededor de un punto medio (“Ni tan tan, ni tin tin” diría una prima en su fácil y espontanea sabiduría).

Gesto El Electrógrafo a partir de ese equilibrio. Un tanto por darme otra excusa –otro pre-texto– para escribir, para disciplinarme en la “práctica del oficio”, y otro tanto para ser leído. (Qué ojos se pasearán por este texto es conocimiento exclusivo de ti, que lees.) Si me afilio tarde a la blogocracia, o si llego en pleno apogeo o absurdamente emocionado a su ocaso, es cosa que no importa. ¿Es relevante también que tenga algo que decir? Imagino que sí.

Tercer axioma: Escribir es decir algo que pueda importarle a alguien. El que escribe ha de ser, a su vez, su propio prototipo de lector. Pero dejemos (primer uso del plural: primer signo de convalecencia del hermetismo) que sea el tiempo y la ocurrencia quienes vayan sugiriendo de qué va este blog. Pues todo proyecto parece realizarse, y mejor, sólo bajo la dirección de la espontaneidad, cuando de hecho se ha anulado el proyecto y sólo quedan la acción y su hecho consecuente: escritura.

Axioma final (un bosquejo): Escribir es decir algo, de modo que la frontera que divide al que escribe del que lee, sea casi inexistente.

Bien nos vaya.